viernes, 16 de abril de 2010

Un ensordecedor silencio




Recuerdo el momento de estar allí arriba.Preparar el salto mortal no es tarea fácil y menos cuando te das cuenta que las piernas flaquean y el corazón se acelera. Allí estoy, despertando del letargo, emocionado y asustado. Que mejor lugar que una cumbre, el zenit de un terreno montañoso para coger aire, impulso y lanzarse al vacio...un vacio completamente lleno de vida.

Necesitaba un tiempo para estar rodeado de ese entorno del cual venimos y al cual morimos.Recorrer los senderos es algo que siempre apasiona, no tanto por el fin si no por lo ocurrido en el camino.El final no es mas que una cima o un rio que fluye con un agua helada, sin embargo el camino es una conversación íntima , prestar el cayado a un gran amigo para que él también observe todo el horizonte que tiene por delante, algunas sonrisas y sobretodo avanzar.

Penyagolosa se erigía tímida aquel viernes, esperando tal vez la visita de "Bufanuvols", a la cual debía mostrarse con sus mejores recursos. Toda la gente que subia y bajaba desde la falda, tal vez buscando las cosquillas a la montaña, era bien recibida tras el saludo de nuestro querido amigo. No sé muy bien si era más la satisfacción por demostrar que podíamos ayudarle a subir o su propia ilusión por alcanzar la meta.El caso es que lo logramos y al vino y el queso le siguió la conversación. Aquella noche volví a sentirme pequeño, solo con alzar la vista y mirar la cantidad de luces que nos observaban a millones de kilometros. Fuera la voluntad o los resultados, el fuego se fué apagando y el tiempo, si es que en algun momento ha existido, avanzó.
Sentí pena al marcharme, sobretodo con la llegada de aquellas personas que te hacen sentirte como en casa, con las que compartir momentos e historias se transforma en un pasatiempo adictivo.

No tardé en volver allí...siempre se vuelve a los lugares con los que estamos en deuda y con rostros nuevos retorné a aquel lugar donde aprovechar el estruendoso silencio para poder gritar.Aquella vez fué diferente, pues ahora tocaba descender a lo profundo para después asumir el esfuerzo del regreso.Poder compartir el frio gélido de aquel rio fue una gran experiencia.Un bastón de caminante,un bañador, una firma en el libro de registro, la ausencia de mantas y esterillas,una partida de parchis, una sidra para dos...recuerdos que guardar en el cajón, tal vez mas ordenado y seguramente mas mio.

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